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ACEPTAR-SE


Las personas somos un paquete completo y amar es poder aceptar al otro como un solo paquete, quererlo como es, sin intentar cambiarlo. En fin, todo un desafío.., que empieza por uno mismo.

Aceptarte empieza por aceptarme.

Aceptarse, debemos repetir hasta el cansancio, no quiere decir resignarse o creer que no hay mejoras.

Todo lo contrario: estamos convencidos de que es ese movimiento de aceptación y no pelea (y ninguna otra cosa) lo que puede generar el cambio verdadero.

Todo cambia naturalmente. Si me doy cuenta de eso me entrego sin miedo, porque sé que no me voy a quedar estancado allí, que la vida es un fluir permanente.

Aunque suene contradictorio, querer cambiar es frenar este proceso natural de cambio. Por el contrario., aceptar es permitir el cambio natural que se va a dar sin que yo lo decida.

Estar vivo es estar en movimiento permanente; lo que no puedo hacer es querer dirigir ese cambio.

Si juntamos estos dos temas (el de la falta de aceptación y el de atarnos a nuestras creencias) tendremos el mapa de los problemas del 90 % de las parejas.

Entramos en la pareja llenos de ideas sobre cómo debe ser el vínculo, cómo se comporta una mujer, cómo se comporta un hombre, cómo debería comportarse alguien que nos quiere, qué es y qué no es compartir, cuánto y cómo se debe hacer el amor, si debemos hacer o no todo juntos, etc.

Y ni en la pareja ni en los individuos existe un deber ser que determine lo que es mejor. Lo mejor es siempre ser quien uno es.

Es verdad que es posible evolucionar y superarse, pero solo cuando partimos de aceptar que somos quienes somos aquí y ahora. Dice La Nana: “Nadie puede construir un puente sobre un río que no ve.

Aceptarnos no quiere decir renunciar a mejorar, quiere decir vernos como somos, no enojarnos con lo que nos pasa, tener una actitud amorosa y establecer un vínculo reparador con nosotros mismos, que es lo que nos ayuda a crecer.

Si seguimos en el trabajo de autotortura, exigiéndonos ser lo que no somos, seguramente terminaremos colgando en alguien la causa de nuestro descontento.

En un principio este lugar lo ocupan los padres; pero luego, en la medida en que crecemos desplazamos esta acusación a nuestra pareja: “El (o ella) es el (la) culpable de que… …no sea feliz.”

El trabajo empieza por uno.

Jorge Bucay - Silvia Salinas
“Amarse con los ojos abiertos”