Redes...

Me vacié de golondrinas

Me miró como nunca me han mirado. Me sentí desnudo ante él sin pudor alguno, sin miedo ni vergüenza. Sobre todo sin miedo. Puso su mano derecha sobre mi hombro, y supe que lo sabía todo sobre mi. En ese momento yo también me conocí.

Me sorprendió la ausencia, en su gesto, de cualquier reproche, si quiera un leve gesto de contradicción o sorpresa por tanta muerte incrustada en mis entrañas. Por tantas muertes, aceptadas y ajenas, que me enraízan.

Dijo mi nombre, y oí mi nombre por primera vez. Quise llorar, quise excusarme y pedir perdón, pero algo me decía que no tenía sentido en ese momento. Me dejé abrazar y…

Todo ocurrió en un segundo, aunque el tiempo no era tiempo. Sentí primero el frío de la muerte. No sé si era la mía, la suya… o ambas. Si, eran nuestras muertes abrazadas.
También él había asumido muertes propias y ajenas.
Asombro…

Luego sentí un calor, profundo y tierno, que serenó cada poro de mi piel. Estaba en mí, en el mismo sitio donde anidaban mis muertes. Se manifestó como un cosquilleo que fue aumentando de tal manera que creí que se me abriría el pecho… sin dolor.
Desconcierto…

Dejó de abrazarme. Me volvió a mirar y asintió, como si estuviera respondiendo a una pregunta que no se si le hice. No, no fue una respuesta. Entendí lo que quería. Extendí las manos en cruz y le miré dejándome llevar.
Liberación…

Sentí como salía de mi interior una bandada de golondrinas negras anunciando una primavera vital que había estado conteniendo. Por miedo a la muerte dejé que ésta me habitara, cuando lo único que ella pretendía era volar y vaciarme. Seguir su camino y dejarme participar de su tránsito. Enseñarme que soy tránsito.

Y me descubrí muriendo a la vida.
Resurrección…