El poema siguiente se llama Caída, es del libro “De mi
haré una estatua ecuestre”, de Luisa Castro (Ed. Poesía Hiperión)
“Las montañas cristalizan en mil años
y el mar gana un centímetro a la tierra
cada dos milenios,
horada el viento la roca
en cuatro siglos
y la lluvia,
también la lluvia se toma su tiempo para caer.
Sé paciente con mi corazón
que suspira por una obra duradera.
como el viento,
como la lluvia,
también mi corazón
se toma su tiempo para caer.”
Hace ya unos cuantos años descubrí este poema que aún me conmueve. Lo he rescatado hoy porque creo que si amas a alguien lo haces con paciencia. Esto no significa que hay que renunciar al esfuerzo de descubrirse uno ante el otro, de des-velarse. Pues puede que sea hermoso que quien ame al otro acepte todo en el ser amado, incluso sus defectos. Pero me temo que, muchas de las veces, cuando se dice: “te quiero tal como eres”, más que generosidad es pereza, renuncia a la lucha y al esfuerzo, resignación, comodidad… convirtiéndose así la mutua aceptación en mutua conveniencia.
No, no me refiero a eso. Lo que quiero decir es que no hay que violentar procesos, esperarlos a cada instante, exigirlos… hay que adivinar la semilla en la tierra del otro, que como en nuestra propia tierra se siente aprisionada y con miedo a morir entre sombras. Porque somos eso: continuo morir a la vida… a la vida.
No es fácil. Deseamos amar y ser amados, pero amar es un arte que necesita ser aprendido y reaprendido una y otra vez.
Tampoco seamos severos con nosotros mismos. Ante las inevitables torpezas digamos como Pedro Salinas: “perdóname por ir así buscándote tan torpemente, dentro de ti. Es que quiero sacar de ti tu mejor tú. Ese que no te viste y que yo veo.”
Que sea esta la tarea: salir al encuentro del otro y ser un espacio de libertad donde pueda ser el mismo.
Redes...