Redes...

Mi padre montaba siempre el belén

He conocido a personas que se presentan como cristianos sin dar muestras de fe y a quienes confiesan no tener ese don pero viven cristianamente sin saberlo. A los primeros se los puede encontrar en misa los domingos y fiestas de guardar, y a los segundos se les encuentra siempre dispuestos a dar y a darse allá dónde se encuentren. A estos no se les suele encontrar en misa… digamos que no hacen del sacramento su vida, pero si hacen de su vida sacramento. Mi padre era de los segundos. Mi madre, en cambio, hace del sacramento su vida y de su vida sacramento (también conozco muchos, muchos cristianos de estos). Coincide con mi padre, eso sí, en no ser consciente de ello.

No obstante, fue siempre mi padre quién mostró pasión y entusiasmo por fiestas como la Navidad. Montaba cada año el belén con entusiasmo y alegría, la misma que intento transmitir hoy a mis hijos.

Así que, como cada año, montamos en casa el belén, y como cada año vamos a visitar los belenes.

Las imágenes siguientes son de los belenes de este año en Pamplona. El texto que le sigue narra el origen de la tradición de los belenes.

Pinchar en cada imagen para agrandarla



Origen de la tradición de los belenes

Cuenta Tomás de Celano, biógrafo de San Francisco y Santa Clara, en su libro: Vita Prima, cómo San Francisco de Asís escenificó el primer pesebre de Navidad.
El santo no sabía que ese día estaba “naciendo” también la hermosa tradición de los belenes en Navidad.

“Unos quince días antes de Navidad, Francisco dijo: “Quiero evocar el recuerdo del Niño nacido en Belén y de todas las penurias que tuvo que soportar desde su infancia. Lo quiero ver con mis propios ojos, tal como era, acostado en un pesebre y durmiendo sobre heno, entre el buey y la mula...”

Llegó el día de alegría:..Convocaron a los hermanos de varios conventos de los alrededores. Con ánimo festivo la gente del país, hombres y mujeres, prepararon, cada cual según sus posibilidades, antorchas y cirios para iluminar esta noche que vería levantarse la Estrella fulgurante que ilumina a todos los tiempos. En llegando, el santo vio que todo estaba preparado y se llenó de alegría. Se había dispuesto un pesebre con heno; había un buey y una mula. La simplicidad dominaba todo, la pobreza triunfaba en el ambiente, toda una lección de humildad. Greccio se había convertido en un nuevo Belén. La noche se hizo clara como el día y deliciosa tanto para los animales como para los hombres. La gente acudía y se llenaba de gozo al ver renovarse el misterio. Los bosques saltaban de gozo, las montañas enviaban el eco. Los hermanos cantaban las alabanzas al Señor y toda la noche transcurría en una gran alegría. El santo pasaba la noche de pie ante el pesebre, sobrecogido de compasión, transido de un gozo inefable. Al final, se celebró la misa con el pesebre como altar y el sacerdote quedó embargado de una devoción jamás experimentado antes.

Francisco se revistió de la dalmática, ya que era diácono, y cantó el evangelio con voz sonora....Luego predicó al pueblo y encontró palabras dulces como la miel para hablar del nacimiento del pobre Rey y de la pequeña villa de Belén.”