
No obstante, fue siempre mi padre quién mostró pasión y entusiasmo
por fiestas como la Navidad. Montaba cada año el belén con entusiasmo y
alegría, la misma que intento transmitir hoy a mis hijos.
Así que, como cada año, montamos en casa el belén, y como cada año
vamos a visitar los belenes.
Las imágenes siguientes son de los belenes de este año en Pamplona.
El texto que le sigue narra el origen de la tradición de los belenes.
Pinchar en cada imagen para agrandarla
Cuenta Tomás de Celano, biógrafo de San Francisco y Santa Clara,
en su libro: Vita Prima, cómo San Francisco de Asís escenificó el primer
pesebre de Navidad.
El santo no sabía que ese día estaba “naciendo” también la hermosa
tradición de los belenes en Navidad.
“Unos quince días antes de Navidad, Francisco dijo: “Quiero
evocar el recuerdo del Niño nacido en Belén y de todas las penurias que tuvo
que soportar desde su infancia. Lo quiero ver con mis propios ojos, tal como
era, acostado en un pesebre y durmiendo sobre heno, entre el buey y la mula...”
Llegó el día de alegría:..Convocaron a los
hermanos de varios conventos de los alrededores. Con ánimo festivo la gente del
país, hombres y mujeres, prepararon, cada cual según sus posibilidades,
antorchas y cirios para iluminar esta noche que vería levantarse la Estrella
fulgurante que ilumina a todos los tiempos. En llegando, el santo vio que todo
estaba preparado y se llenó de alegría. Se había dispuesto un pesebre con heno;
había un buey y una mula. La simplicidad dominaba todo, la pobreza triunfaba en
el ambiente, toda una lección de humildad. Greccio se había convertido en un
nuevo Belén. La noche se hizo clara como el día y deliciosa tanto para los
animales como para los hombres. La gente acudía y se llenaba de gozo al ver
renovarse el misterio. Los bosques saltaban de gozo, las montañas enviaban el
eco. Los hermanos cantaban las alabanzas al Señor y toda la noche transcurría
en una gran alegría. El santo pasaba la noche de pie ante el pesebre,
sobrecogido de compasión, transido de un gozo inefable. Al final, se celebró la
misa con el pesebre como altar y el sacerdote quedó embargado de una devoción
jamás experimentado antes.
Francisco se revistió de la dalmática, ya que
era diácono, y cantó el evangelio con voz sonora....Luego predicó al pueblo y
encontró palabras dulces como la miel para hablar del nacimiento del pobre Rey
y de la pequeña villa de Belén.”
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