Notas de: “ALEGRÁOS”, Carta circular a los consagrados y
consagradas, del magisterio del Papa Francisco, de la Congregación para los
institutos de vida consagrada y las sociedades de vida apostólica.
Enlace con la carta completa: vatican.va
“La relación con Jesucristo necesita ser alimentada
por la quietud de la búsqueda. Ella nos hace conscientes de la gratuidad del
don de la vocación y nos ayuda a dar razón de las motivaciones que nos han
llevado a la opción inicial y sostienen nuestra perseverancia: “Dejarse
conquistar por Cristo significa tender siempre hacia aquello que tenemos de
frente, hacia la meta de Cristo (cf. Flp 3,14)”. Estar constantemente a la
escucha de Dios requiere que estas preguntas marquen nuestro tiempo cotidiano… …releer
nuestra historia personal y verificarla a la luz de la mirada del amor de Dios…”
“Cuando nos llama, Dios nos hace entrar en su descanso
y nos pide descansar en Él, como proceso continuo de conocimiento de amor;
resuena para nosotros la Palabra tú te
afanas y preocupas por muchas cosas (Lc 10,41)”
“El encuentro con el Señor nos pone en marcha, nos
empuja a salir de la autorreferencialidad. La relación con el Señor no es
estática, ni intimista: “Quien pone a Cristo en el centro de su vida, se
descentra. Cuanto más te unes a Jesús y él se convierte en el centro de tu
vida, tanto más te hace Él salir de ti mismo, te descentra y te abre a los
demás… …La vida cristiana es dinámica, es una búsqueda continua.”
«No se
puede perseverar en una evangelización ferviente si no se está convencido, por
experiencia propia, de que no es lo mismo haber conocido a Jesús que no
conocerlo, no es lo mismo caminar con Él que caminar a tientas, no es lo mismo
poder escucharlo que ignorar su Palabra, no es lo mismo poder contemplarlo,
adorarlo, descansar en Él, que no poder hacerlo. No es lo mismo tratar de
construir el mundo con su Evangelio que hacerlo sólo con la propia razón.
Sabemos bien que la vida con Él se vuelve mucho más plena y que con Él es más
fácil encontrarle un sentido a todo»
«Cultivemos
la dimensión contemplativa, incluso en la vorágine de los compromisos más
urgentes y duros. Cuanto más les llame la misión a ir a las periferias
existenciales, más unido ha de estar su corazón a Cristo, lleno de misericordia
y de amor».
“El estar con Jesús nos forma a una mirada contemplativa de la
historia, que sabe ver y escuchar en todo la presencia del Espíritu y, de modo
privilegiado, discernir su presencia para vivir el tiempo como tiempo de Dios.
Cuando falta la mirada de fe «la propia vida pierde gradualmente el sentido, el
rostro de los hermanos se hace opaco y es imposible descubrir en ellos el
rostro de Cristo, los acontecimientos de la historia quedan ambiguos cuando no
privados de esperanza»
“En un
mundo de desconfianza, desaliento, depresión, en una cultura en donde hombres y
mujeres se dejan llevar por la fragilidad y la debilidad, el individualismo y
los intereses personales, se nos pide introducir la confianza en la posibilidad
de una felicidad verdadera, de una esperanza posible, que no se apoye únicamente
en los talentos, en las cualidades, en el saber, sino en Dios. A todos se nos
da la posibilidad de encontrarlo, basta buscarle con corazón sincero.
Los hombres y las mujeres de nuestro tiempo esperan una palabra de
consolación, de cercanía, de perdón y de alegría verdadera. Somos llamados a
llevar a todos el abrazo de Dios, que se inclina con ternura de madre hacia
nosotros…”
“Estamos
llamados a realizar un éxodo de nosotros mismos en un camino de adoración y de
servicio. «¡Salir por la
puerta para buscar y encontrar! Tengan el valor de ir contracorriente de esta
cultura eficientista, de esta cultura del descarte. El encuentro y la acogida de todos, la
solidaridad, es una palabra que la están escondiendo en esta cultura, casi una
mala palabra, la solidaridad y la
fraternidad, son elementos que hacen nuestra civilización verdaderamente
humana. Ser servidores de la comunión y de la cultura del encuentro. Los quisiera casi obsesionados en este sentido.
Y hacerlo sin ser presuntuosos»”
“El
Papa nos invita a no
privatizar el amor y con la
inquietud de quien busca: «Buscar siempre, sin descanso, el bien del otro, de
la persona amada». La crisis de sentido del hombre moderno y la crisis
económica y moral de la sociedad occidental y de sus instituciones no son un
acontecimiento pasajero de nuestro tiempo, sino un momento histórico de
excepcional importancia. Estamos llamados como Iglesia a salir para dirigirnos
hacia las periferias geográficas, urbanas y existenciales —las del misterio del
pecado, del dolor, de las injusticias, de la miseria—, hacia los lugares
escondidos del alma dónde cada persona experimenta la alegría y el sufrimiento de
la vida.”
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