Ayer,
mientras leía el Huffington Post (Edición española), me encontré con el
artículo de Tina Plantamura: “Carta abierta a la nueva novia de mi exmarido”. Me llamó tanto la atención que lo abrí… y me enganchó.
Me congratuló que la autora pusiera en el centro de la reflexión lo
mejor para los hijos, muy por encima de los sentimientos propios debidos a una
ruptura. Son los hijos el bien a cuidar, a proteger, a salvaguardar, a amar…
Desconozco
si la situación reflejada en la carta es real o no, se me antoja difícil que
sea así, de hecho me sigue causando extrañeza leerla. Pero quiero reflexionar
sobre ella no por la posible luz que direcciona hacia la parte más vulnerable
de la ruptura de un matrimonio o pareja: los hijos, sino porque me parece
mezquina y ruin, la necesidad de fundamentar el derecho que tiene cualquiera a
rehacer su vida arremetiendo, sutil y solapadamente, contra el matrimonio, sin calificaciones ni
matices: matrimonio, simplemente por que no lo aceptas por ideología o porque
no lo has podido conseguir. ¿En qué estaba pensando la autora de la carta
cuando se casó por primera vez con el que ahora es su ex marido?, ¿qué le llevó
a tener hijos con el?, ¿haber fracasado en el intento da derecho implícito a arremeter
contra aquello que no has conseguido?... ¿no creer en algo nos califica para
decirle al otro que lo “suyo” es una mentira?
El
tema es mucho más complejo que esta simple pataleta, y de mucho más calado que lo
que quieren hacer creer muchos políticos especialistas en masas y cultura
popular. Psicólogos, sociólogos, psiquiatras, filósofos y teólogos de todo el
mundo ofrecen fundamentaciones que nadie cita en el circo mediático de los mass
media.
No
me gusta que los medios, en general, normalicen la situación de las familias
rotas, o con cónyuges infieles, hasta tal punto que parece ser el único reflejo
posible de la “familia moderna”. Por supuesto que estas situaciones existen y
no deben ser juzgadas y estigmatizadas en nombre de ninguna moral colectiva o
religiosa. Tampoco gritaré en contra del derecho que tiene cualquiera a rehacer
su vida, pero de ahí a terminar tachando a la familia, fundamentada en la fe o
desde valores universales, como “tradicional” (queriendo decir realmente
obsoleta y anacrónica) va un buen trecho. Y no me meto en el tema sobre a qué
se quiere llamar “matrimonio” en nombre de la libertad y la igualdad, porque
eso requiere una reflexión aparte.
A continuación
cito el extracto de carta que me ha “tocado la moral”, y el enlace por si
quieres leerla:
Carta
abierta a la nueva novia de mi exmarido
Esxtracto:
“Me
gustaría darte la bienvenida.
Bienvenida
a esta dinámica única de familia moderna. Bienvenida a la forma en que
llevamos esta vida y esta relación. Sí, he dicho relación, pero no en su definición
estándar.”
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Este artículo apareció originalmente en app.com. El post
fue publicado con anterioridad en la edición estadounidense de “The Huffington
Post” y ha sido traducido del inglés por María Velasco Serrano.
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