En un mundo lleno de ruido, sobre todo ruido
tecnológico, en el fondo anhelamos “desconectar” para “conectar con la vida”.
La propaganda de los políticos, los anuncios publicitarios, el trabajo, la
tecnología, la prisa para hacer todo y más si se puede, supone ruido… mucho
ruido. Ruido de "hacer" cuando voy en el metro o espero el bus, mientras camino
por la calle… mirando la pantalla del smartphone, la tableta o escuchando
música en el mp3, supone ruido… mucho ruido.
Apenas
alcanzamos a percibir que nuestro yo más
profundo suspira por detener el ritmo vital para ser más vital y sueña con un
poco de silencio para ser verdadero diálogo. Aunque nos empeñemos en lo
contrario formamos parte de la vida con sus ciclos vitales. La vida nos pide
que la contemplemos para desvelarnos nuestro misterio. Somos como el agua que
se adapta a su entorno y como ella necesitamos estar en movimiento para no
estancarnos, pero mientras todo es lo que es y nada parece necesitar dar sentido
a la propia existencia, nosotros en cambio sí.
Es curioso que
al contemplar la naturaleza guardamos mecánicamente silencio, un silencio que
no está vacío de ruidos: el pajarillo, el agua al pasar, el viento, las hojas… pero
éste es otro ruido pues no provoca dispersión sino que nos detiene. Nuestra
humanidad sabe que ese momento es para contemplar, y es entonces cuando intuimos
que necesitamos aminorar el paso para oír con la mirada y contemplar con cada
poro de nuestra piel.
Redes...