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O Cebreiro, camino... interior


O Cebreiro está  emplazado a 1300 metros de altura en un entorno excepcional para el peregrino. A este enclave se accede a partir de una dura pero bella subida que nos introduce en la comunidad Gallega.

Si los peregrinos acceden al lugar en invierno deberán hacer frente a la dureza del clima, con constantes nevadas y heladas. En verano, por el contrario, el principal hándicap será el reclamo turístico del paraje.

Allí se encuentra la iglesia prerrománica de Santa María la Real, que es la más antigua de la ruta jacobea aún en funcionamiento. A su favor también juega el «Santo Grial», símbolo heráldico de Galicia y testigo del milagro eucarístico que allí tuvo lugar en el siglo XIV.

En la entrada de la iglesia, a la izquierda, se encuentra el babtisterio con una gran pila de piedra de una pieza para bautizar por inmersión. Junto a ella hay un cartel con este poema/oración atribuido a Fray Dino, fraile franciscano bueno donde los haya, doy fe de ello.

Aunque hubiera recorrido todos los caminos,
cruzado montañas y valles
desde oriente hasta Occidente,
si no he descubierto la libertad de ser yo mismo
no he llegado a ningún sitio.

Aunque hubiera compartido todos mis bienes
con gentes de otra lengua y cultura,
hecho amistad con peregrinos de mil senderos
o compartido albergue con santos y príncipes,
si no soy capaz de perdonar mañana a mi vecino
no he llegado a ningún sitio

Aunque hubiera cargado mi mochila de principio a fin
y esperado por cada peregrino necesitado de ánimo,
o cedido mi cama a quien llegó después
y regalado mi botellín de agua a cambio de nada,
si de regreso a mi casa y mi trabajo no soy capaz
de crear fraternidad y poner alegría, paz y unidad,
no he llegado a ningún sitio.

Aunque hubiera tenido comida y agua cada día
y disfrutado de techo y ducha todas las noches
o hubiera sido bien atendido de mis heridas,
si no he descubierto en todo ello el amor de Dios,
no he llegado a ningún sitio.

Aunque hubiera visto todos los monumentos
y contemplado las mejores puestas de sol;
aunque hubiera aprendido un saludo en cada idioma,
o probado el agua limpia de todas las fuentes,
si no he descubierto quién es autor
de tanta belleza gratuita y de tanta paz
no he llegado a ningún sitio.

Si a partir de hoy no sigo caminando en tus caminos,
buscando y viviendo según lo aprendido;
si a partir de hoy no veo en cada persona,
amigo y enemigo, un compañero de camino;
si a partir de hoy no reconozco a Dios,
el Dios de Jesús de Nazaret,
como el único Dios de mi vida,
no he llegado a ningún sitio

Fray Dino



Compañero suyo, Fray Francisco Castro, dice del lugar:

“La ascensión será una prueba de resistencia en la que el espíritu habrá de tirar del cuerpo. Es ésta quizás la etapa más dura pero salvajemente hermosa: el paisaje y el aire puro que respiras te compensarán con creces. En la cima te aguarda como un vigía un lugar entrañable: O Cebreiro, en donde has de hacer forzosamente una parada. Aquí el tiempo sobra porque todo se confabula en aras de la eternidad: descansa el cuerpo y se sosiega el espíritu.

     La montaña que coronas delinea la separación entre el océano Atlántico y el Mar Cantábrico que, dicen los más optimistas, se puede contemplar desde aquí en días sin niebla. Son típicas las “pallozas”, viviendas de origen celta con planta en forma elíptica delimitada por muros de piedra y una techumbre de paja que guarece del frío y de la lluvia. En el centro se colocaba un gran tronco, o varios, conocido como “pé de armar” a modo de columna vertebral que en el extremo suele dividirse en dos ramificaciones que sostienen una viga central apodada “cume”.

   
La palloza antes que monumento rústico es un hogar, una vivienda típica de las zonas montañosas de Lugo y León (de las sierras de Os Ancares y O Courel). En su interior vivían personas y animales para apoyarse mutuamente, los segundos como fuente calorífica en los días más crudos del invierno y los primeros propiciando a las bestias el necesario alimento que los pastos no pueden ofrecer cuando la nieve lo impide. Estas viviendas son un ejercicio de adaptación al medio natural, un modo de insertarse en el medio natural.

    El poblado era ya conocido por los romanos como vía de acceso al centro de Galicia. Se sitúa entre los montes de O Courel y Os Ancares (Lugo) a unos 1294 mts. de altitud. El escritor árabe Idrisi llamó  a este lugar “Munt Febrayr”. En el Codex Calixtinusfigura como “Mons Februari”. En otros vetustos documentos aparece como “Zebruaril” y “Zeberrium”.

    Hacia el año 836 se fundó un hospital para peregrinos que acabaría siendo también monasterio, una vez que llegaron hasta estas cimas, en el 1072, los monjes benedictinos de la abadía de San Giraldo de Aurillac, unidos a la reforma de Cluny y mandados venir por el rey Alfonso VI (la presencia monacal se vio interrumpida en 1853 merced a las famosas leyes de desamortización). En esta hospedería se alojaron los Reyes Católicos camino de Compostela en 1486 y no dejaron de favorecer con privilegios especiales a este lugar, privilegios que luego confirmaría Carlos V. En 1487 O Cebreiro pasó a depender, sobre todo por las gestiones de los Reyes Católicos ante el Papa, de la abadía de San Benito “el Real” de Valladolid (hasta 1853). El 12 de mayo de 1641 un dramático incendio traicionero devastó el complejo monástico-hospitalario. Tampoco se libró el poblado de otro desastre coincidiendo con la invasión de las tropas napoleónicas, que el 26 de junio de 1809 destruyeron los libros parroquiales. El recinto fue declarado en el siglo XX Conjunto Artístico Medieval.

   
Pero O Cebreiro no sólo debe su fama a ser uno de los lugares más sorprendentes del Camino, o a sus pallozas o iglesia, sino a un milagro eucarístico que pudo haber acaecido en el siglo XIV y que dio origen a la famosa leyenda del “Santo Grial”.

    Fue entonces cuando esta citania de origen celta adquirió renombre. La fama de O Cebreiro corrió por los caminos de la naciente Europa, una vez que se hubo producido el milagro de la transubstanciación eucarística. Cuenta la leyenda que en cierta ocasión ascendió hasta O Cebreiro en plena tempestad de nieve un lugareño de Barxamaior llamado Juan para participar, como acostumbraba a hacer, del convite eucarístico que en aquel momento tenía lugar en el templo. Llegado que hubo se encontró con el despecho del celebrante quien en fuero interno desprestigió el esfuerzo del fiel campesino (“total para ver un trozo de pan y un poco de vino”). Y he aquí que el milagro se obró: el pan se convirtió en carne y el vino en sangre que chorreaba del cáliz a borbotones. El afán por guardar memoria del hecho hizo que se conservaran el cáliz y la patena del siglo XII (auténticas joyas de la orfebrería medieval) así como un relicario regalado por los Reyes Católicos en los que aún hoy se custodian la materia de aquel milagro (un trozo de carne y un pedazo de corporal con pintas de sangre).

    El mito de O Cebreiro se hizo fuerte merced a la obra “Persifal” del compositor Richard Wagner, que pudo haber hallado su fuente de inspiración en el cáliz de O Cebreiro, ligada a las leyendas en torno al Rey Arthur y sus “caballeros de la Tabla Redonda”, que emprendieron la busca del Santo Grial (el castillo de Klingsor sería supuestamente el de Balboa).

    En torno al Santo Grial, cáliz en el que supuestamente Jesucristo celebró la “Última Cena” con sus discípulos y José de Arimatea recogió la sangre que manaba de su costado, se han ido tejiendo una serie de leyendas que han tenido su reflejo en la literatura e incluso en otras artes como la pintura o la ópera. El rastro del mismo se inicia en el siglo I. Al parecer José de Arimatea lo habría llevado a Roma, corazón del catolicismo imperial. En el año 258 san Lorenzo, secretario del Papa Sixto II, para salvarlo de las persecuciones anti-cristianas, lo envaría a Huesca, siendo así que Ramiro I de Aragón mandó construir la catedral de Jaca para albergarlo. Desde el año 1071 la copa permanecería en el monasterio de San Juan de la Peña y con ella se celebró la primera misa según el rito romano en la Península, pero posiblemente estuvo en más lugares ante el acoso de los musulmanes. En 1410 su rastro pasa por Barcelona y en 1437 por Valencia. En el siglo XIX se trasladó a Ibiza huyendo de las tropas napoleónicas. Actualmente se conserva en la catedral de Valencia.

    En Gran Bretaña se gestaron una serie de leyendas en trono al rey Arturo y sus hombres de la tabla redonda que han sido llevados también al cine y la televisión. Entre las obras históricas sobre el tema destacan: “Historia Regum Britaniae” (1136) de Godofredo de Monmouth y la “Historia del Santo Grial” de Robert de Boron (hacia 1190).

    El Grial se vincula a la Orden de San Juan del Templo, o del Temple. El Parsifal de Wagner está basado en el Parzival de Wolfram von Eschenbach (hacia el 1200). En esta obra se habla de Anfortius, que era el nombre con el que firmaba el rey Alfonso I el batallador de Aragón, el cual se retiró enfermo a San Juan de la Peña para curarse junto al Grial. También se cita a Castis que pudiera ser Alfonso II el Casto. Y el castillo de Munsalwäsche sería el de Montségur en el que se refugiarían los cátaros  o albigenses (de Albi, siglo XII). Se cree que ellos conservaban en el castillo el santo Grial y que tras ser atacado y destruido en el 1234 lo llevaron a tierras aragonesas.

    El cáliz valenciano tiene tres piezas: la copa tallada en coralina de color rosa y rojo cereza que proviene de Palestina y se data entre los siglos II y I antes de nuestra era. El pie que es una copa invertida tallada en calcedonia, que hace de peana y que tiene una inscripción en árabe: “lilzáhira” (“para el que brilla”). Es de los siglos X-XII y proveniente de Córdoba. Entre las dos piezas hay un nudo que las une, es de oro y tiene dos asas. Es de estilo gótico carolingio inspirada en motivos musulmanes, y se data hacia el siglo XIII o XIV. Tiene 27 perlas, dos berilos semejantes al rubí y 2 esmeraldas. De su historia se sabe a partir del 1399, año en que le fue entregado al rey Martín que lo llevó a Zaragoza.

    Hay otros pretendidos “griales”: el cáliz de Antioquia que está en Nueva York y es del siglo IV, el Sacro Catino de Génova, que es casi un plato que procede del saqueo de Cesarea en 1100, el cáliz de Ardagh del siglo VIII, que se conserva en esta ciudad irlandesa, el cuenco de bronce de Glastonbury, anterior al siglo I, el vaso de madera de Nanteos (Gales) y la copa de santa Isabel, de cristal de roca, que se expone en el museo de Coburgo.

    El cáliz y la patena de O Cebreiro se han convertido en símbolo de esta tierra estando representados en el escudo de Galicia, rodeados por siete cruces en alusión a las 7 provincias del antiguo Reino de Galicia. Las bulas pontificias de Inocencio VIII y Alejandro VI mencionan este milagro. O Cebreiro es así patrimonio universal de la fe y de la cultura.

    Existen dos testimonios artísticos del famoso milagro. Uno es una gran losa medieval, a modo de pequeño retablo, en el que se representa el milagro eucarístico de O Cebreiro, y que se conserva en la iglesia de Vilar de Donas. El otro, mucho más reciente, es una vidriera de los arcos ojivales del convento de San Francisco en Compostela que quiere ver en  Francisco de Asís un testigo devoto del milagro a su paso por O Cebreiro (un pastor y su perro son los transmisores de la noticia a un Francisco que parece extasiarse).

    Pero la verdadera joya, el corazón de la citania, es su templo prerrománico datado en el siglo IX aunque restaurado en 1962 tras ser maltratado por el paso del tiempo y los avatares históricos: llegó a sufrir dos incendios (en 1450 y en 1641). Tiene planta basilical de tres naves con ábsides rectilíneos.  

Destacan los siguientes elementos:
  • La talla de la Virgen que es una pieza románica del siglo XII, restaurada en 1971, bajo la advocación de Santa María “la Real”. Se dice que la imagen sedente de la Virgen está un poco inclinada hacia adelante desde que fue testigo del milagro eucarístico, tras lo que la Madre de Dios se inclinó en actitud de profunda adoración. Su fiesta se celebra los días 8 y 9 de septiembre (hasta aquí llegan unos 30000 romeros).
  • Los sepulcros de Juan “Santo” y el monje incrédulo, que en realidad son dos sencillos mausoleos bajo un arco ojival abierto en la capilla del Santo Milagro.
  • La capilla de San Benito: así denominada porque está dedicada al fundador de los benedictinos, presentes durante varios siglos en O Cebreiro. Aquí reposan los restos mortales de Elías Valiña Sanpedro, “o cura do Cebreiro”, impulsor y recuperador de la peregrinación en nuestros tiempos.
  • El baptisterio cumple el antiguo canon de separación física del resto del templo. En él se conserva una pila bautismal en la que se practicaba el bautismo por inmersión (práctica común hasta el siglo XIII). El tragaluz-aspillera que se puede ver en la pared indica hasta donde llega el primitivo edificio.
  • La imagen de un Cristo gótico, recientemente restaurado, preside la iglesia desde lo alto del presbiterio. En realidad es una reproducción de la imagen del Santo Cristo original que se expone en el Museo de Escultura de Madrid.


El templo de Santa María es casa de oración, espacio sagrado para la meditación y la contemplación silente. Es parada obligada en la que el tiempo no existe, el tiempo se hace eternidad, en donde tú también asistes al milagro de la vida que fluye en ti y en cuantos te rodean. En esta iglesita, historia, arte y espiritualidad se dan la mano para guiarte hacia tu meta y destino. Piensa ahora en todos aquellos que te preceden en el camino de la vida y en el de la eternidad, en todos aquellos que forman parte de tu vida, tus seres amados y los que no lo son tanto. 

O Cebreiro, bajo la mirada de los ojos grandes de su María, te invita a trascender los problemas, a saborear lo más profundo de tu esencia humana. No lo dudes, déjate hacer, déjate labrar por las piedras milenarias, déjate traspasar por la mirada de una madre, las madres son expertas en el arte de amar. Si te vas transformado de O Cebreiro entonces habrás estado de verdad como hay que estar en todo lugar y circunstancia: con integridad, desnudos de mentiras, sedientos de la verdad a la que no hay que temer. Y si no, no habrás estado, pero siempre podrás volver a intentarlo.”


Extracto.  Texto original de Fray Francisco, pinchar aquí