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Cuadro de OSWALDO GUAYASAMIN.
Título: “Ternura”
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Cristianisme i
Justícia.
Mirando
el mundo tal y como está no hay duda de que necesita una revolución. Necesita
una revolución ecológica, política, social y económica, pero fundamentalmente
necesita una revolución del afecto y la ternura. No nos podemos permitir ni un
minuto más amar y amarnos tan poco y tan mal. Nuestro cuerpo, nuestra
psicología y nuestro corazón ya no resisten más odio, desesperanza y egoísmo.
No podemos con más desconfianza, más miedo y más indiferencia. Estamos hechos
para el amor.
Somos
seres limitados. Vivimos en un cuerpo con necesidades concretas e ineludibles
que van cambiando a lo largo de la vida. Nuestra psicología se rompe cuando
traspasamos sus límites. No podemos vivir ignorando la realidad de nuestra
fragilidad y finitud. No podemos eludir nuestra necesidad de los demás, porque
no podemos vivir sin amor ni reconocimiento.
Nos necesitamos los unos a los otros, para sentir el calor de la estima
y la amistad, para consolarnos de nuestra contingencia, para acompañarnos en
nuestra soledad esencial. Nos necesitamos para sentirnos vivos, nos necesitamos
para estar vivos.
No
hay afecto sin el otro a quien amar. El afecto se expresa con palabras, gestos,
actitudes y hechos. El afecto coge a toda la persona, transforma la cabeza, el
corazón y los sentidos. En el abrazo, nos abrazan; en la mirada a los ojos, nos
miran; en la cordialidad, el corazón se calienta; en la caricia, nuestra piel
se siente reconfortada…No hay riqueza que compre el afecto o que destierre el
odio, ni hay dinero que construya la esperanza y la confianza. Es tarea de cada
uno de nosotros en la desnudez de nuestra humanidad y es tarea de toda la
comunidad humana, confiando, eso sí, en que en el corazón de cada hombre y cada
mujer Dios ha sembrado ya la simiente del Amor. Sin afecto y ternura, sin
dedicar tiempo y energía a cuidarnos, estamos externalizando costes. Lo pagan
nuestro cuerpo y nuestra psicología, lo pagan los más vulnerables y los
excluidos de este mundo, lo paga la naturaleza, lo pagan las mujeres, lo pagan
los niños y las niñas, las relaciones de vecindad, la familia, los amigos. En
la vida concreta y limitada que nos ha sido dada, hay que dejar de hacer
algunas cosas, liberar tiempo y energía, para poder amar y cuidar con afecto y
con ternura.
En
un mundo hostil a la Vida y a la humanidad, que nos endurece el corazón y nos
desintegra, reivindicamos la revolución del afecto y la ternura. Afecto y
ternura por decisión, porqué sí, como tarea en la cual entrenarse y dedicar
tiempo y esfuerzo, como punto de partida, como lentes con las que mirar el
mundo y las personas, como filtro para juzgar e instrumento para actuar.
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