Redes...

Nunca me cansaré de deciros que “os quiero”





Mis queridos Javier, Pablo y Meryem…

Todo lo que habéis vivido y las decisiones que tomáis a cada instante os configuran como personas. Pero quiero deciros, que nada está determinado.

También quiero que sepáis que del mismo modo que nuestros miedos invisibles van creando mecanismos de defensa, nuestras actitudes de confianza y bondad generan mecanismos de ternura. Os harán falta, pues el amor y la amistad son una arte más que un regalo.

Mis queridos hijos, la vida está hecha de encuentros, reencuentros y despedidas. Nada de lo que podáis poseer os pertenece, excepto una cosa: lo vivido.

Cuando seáis mayores descubriréis que el tiempo pasa muy deprisa, así que si queréis a un amigo, o amiga, decídselo ahora; si amáis a alguien demostrádselo de todas las formas posibles; si sentís que tenéis que pedir perdón por algo hacedlo, eso os hará más fuertes; si creéis que tenéis que ceder a favor del otro hacedlo, ganaréis más de lo que perdéis.  Nunca os permitáis indolencia alguna, sed más bien compasivos ante las desgracias ajenas; no tengáis miedo a que os hagan daño, os lo harán, es inevitable, aprenderéis con ello a conocer los límites y a ponerlos, aprenderéis también a perdonar y a ser pacientes con los demás, con ello estaréis forjando la esperanza en todo ser humano. Aprended a respetaros, solo así haréis que os respeten. Practicad todas estas cosas con vosotros mismos pues sois dignos de ello.

Si se os concede el don de la fe, que mamá y yo os hemos transmitido, descubriréis, entre otras muchas cosas, que la muerte es parte de la vida; que todos somos dignos de amor y respeto; que somos responsables los unos de los otros y por ello hay que procurar el bien común, aunque eso os perjudique a veces. Que es preferible la verdad, aunque normalmente se tenga que pagar un “precio” por ello, y que la verdad no es un arma arrojadiza, tiene que ver más con una constante actitud ante la vida y los demás.

Recordad que el principio de todo cambio comienza en vosotros, sed, por ello, pacientes con vuestros procesos, eso os ayudará a empatizar con los demás. Descubriréis también que la mayor fuerza de transformación de todo, y de todos, es el amor, no la exigencia. La imposición genera miedo, no respeto, y el respeto te lo conceden los demás según sean tus acciones. El débil se impone, al fuerte no le cuesta reconocerse vulnerable.

Aprended, por tanto, desde ahora, el arte de la amistad y del amor. No hay mayor tesoro ni mejor inversión.

Si vivís así, llegado el momento, cuando miréis hacia atrás, reconoceréis que vuestras vidas han merecido la pena ser vividas, que jamás estaréis solos pues os rodea gente que os quiere, que la gratitud es el mejor epílogo para vuestras historias personales y que cada despedida es una preparación para el reencuentro.

Os quiero…