Extractos del libro: “Humanoffon.
¿Está internet cambiándonos como seres humanos?”
de Andy Stalman
“Un
país se tambalea cuando los objetivos que trasladamos a los jóvenes carecen de
veracidad. No se alcanza ninguna cima sin esfuerzo, ni disciplina, ni
compromiso, y tampoco sin valentía. Los caminos hacia arriba son duros, llenos
de desafíos y situaciones complejas, y no existe lo fácil como tal. (…)
Se
hace demasiado hincapié en el afuera y no en el adentro. Se prioriza lo
superfluo y no lo esencial. ¿No es acaso exitoso aquel que se siente pleno y
feliz con lo que hace y con los que lo comparte? ¿No es estar con tus seres
queridos y trabajar en aquello que te apasiona lo más cercano al éxito? En
estos tiempos veloces nos hemos vuelto muy superficiales. Ya en el siglo
pasado, el escritor barcelonés Noel Clarassó (bajo el seudónimo de León Daudi)
reflexionaba con rotunda claridad acerca de nuestro vacío, diciendo: “Es
curioso que la vida, cuanto más vacía, más pesa”.
Deseo
que lo nuevo recupere aquello que es esencial y deje al desnudo el fracaso del
éxito. Y deseo también que podamos crear un nuevo éxito, uno más humano, en el
que de verdad recompense el trabajo, uno que mejore a la sociedad e inspire al
mundo. Un éxito cuyas columnas vertebrales sean el talento, la generosidad, la
solidaridad, el hacer mejor tu vida y la de aquellos que tienes a tu alrededor,
y no sólo en lo material, sino respecto a todas las facetas humanas.
Siempre
que sepamos gestionar el tiempo que empleamos en los distintos ámbitos y
espacios que habitamos, será constructivo unir dos mundos; una unión en la que
cada uno aporta aquello que al otro le falta y ambos se enriquecen mutuamente
en ese encuentro.
Conectarse
con los amigos virtuales y, a la vez, tener tiempo para aquellos que viven al
lado de casa es saber crear un espacio compatible para que estos dos mundos
puedan encontrarse, sin dejar que uno destruya al otro.
Hay
que trabajar en despertar la conciencia de qué es lo real y qué es lo aparente,
una conciencia que sepa diferenciar aquello que se considera humano de aquello
que no lo es. La alegoría de la caverna de Platón –escrita cuando no existía
internet- planteaba ya los problemas derivados de intentar vislumbrar la
diferencia entre lo real y lo aparente. Debemos asumir que, sin esta conciencia
y sin la sensibilidad característica del ser humano hacia su entorno, nos
encaminamos hacia una existencia anestesiada y mucho más fácil de manipular.
Cada
uno de nosotros es la mínima expresión de la humanidad, y lo que sucede en el
mundo es lo que nos pasa a cada uno de nosotros. No somos soledades
individuales, sino parte de un conjunto que evoluciona a partir de sus
relaciones y de la suma de todos los yos. No somos una sola especie, sino que,
como dijo el escritor Augusto Roa Bastos, “no hay una sola especie de hombres.
¿Conoce usted, ha oído hablar de las otras especies posibles? Las que fueron. Las
que son. Las que serán”. Quizá esta nueva era nos pida incorporar a lo nuevo
aquello que fuimos en nuestros orígenes, una especie que tuvo que unirse y
cooperar para poder sobrevivir y perpetuarse.”
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