Recojo
esta oración de Adviento de la página: Reflejos de luz, para rezarla con mis
hijos cuando sean mayores, o para que ellos la encuentren aquí si algún día andan
por este espacio que es tan mío que es de ellos.
Le agradezco a mi mujer que me la diera al venir de una oración de padres en el “cole”. Abuelas y madres son las verdaderas transmisoras de la fe, sin necesidad de púlpitos ni teologías, sin reflexiones profundas ni pastorales renovadas… sino de manera sencilla y humilde, como es la fe misma.
Le agradezco a mi mujer que me la diera al venir de una oración de padres en el “cole”. Abuelas y madres son las verdaderas transmisoras de la fe, sin necesidad de púlpitos ni teologías, sin reflexiones profundas ni pastorales renovadas… sino de manera sencilla y humilde, como es la fe misma.
Querido
hombre y mujer:
He
escuchado tu grito de Adviento.
Está
delante de mí.
Tu
grito, golpea continuamente a mi puerta.
Hoy
quisiera hablar contigo para que repienses tu llamada.
Hoy
te quiero decir: ¿Por qué Dios preguntas? ¿A qué Dios esperas?
¿Qué
has salido a buscar y a ver en el desierto?
Escucha
a tu Dios, mujer y hombre de Adviento:
“No
llames a la puerta de un dios que no existe,
de
un dios que tú te imaginas…
Si
esperas… ábrete a la sorpresa del Dios que viene
y
no del dios que tú te haces…
Tú,
hombre y mujer, todos, tenéis siempre la
misma tentación:
hacer
un dios a vuestra imagen.
Yo
os digo, yo Dios de vivos,
soy
un Dios más allá de vuestras invenciones.
Vosotros
salís a ver dónde está Dios… Os dicen:
“aquí
está” pero no lo veis, y os sentís desanimados
porque
Dios no está donde os han dicho…
Y
Dios está vivo. Pero vosotros no tenéis mentalidad de Reino:
no
descubrís a Dios en lo sencillo.
Os
parece que lo sencillo es demasiado poco para que allí esté Dios.
Sabedlo:
Yo, el Señor Dios, estoy en lo sencillo y pequeño…
Hombre
y mujer de hoy y de siempre:
deja
espacio a tu Dios dentro de tu corazón.
Sólo
puedo nacer y crecer donde mi palabra es acogida.
Qué
tranquilo te quedas, haciendo -lo que hay que hacer -porque–
haciendo
las cosas de siempre- evitas la novedad del Evangelio.
Pero
yo te digo que tu corazón queda cerrado,
y
tus ojos incapaces de ver el camino por donde yo llego.
No
te defiendas como haces siempre.
No
te escondas bajo ritos vacíos.
Hombre
y mujer, si me esperas, deja de hacerme tú el camino
y
ponte en el camino que yo te señalo por boca de los profetas.
Abre
el corazón a mi Palabra.
Yo,
tu Dios, te hablo
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