Cada
día, cuando me conecto contigo a través de la pantalla del ordenador o el
smartphone, me despido de la máquina con la certeza, o el deseo explícito, de
saber que si tuviéramos oportunidad elegiríamos el abrazo cálido ante el
“comentario” o el “me gusta”. Por tanto, si me tienes cerca, propicia el
encuentro y cuando me veas abrázame, porque la piel sin piel se marchita.
Somos
piel…
Agua
y desierto,
palabra
y silencio,
soledad
y encuentro.
Somos
piel…
Raíz
y sueños,
horizonte
y cimiento,
brecha
y recelo.
Somos
piel…
Herida
y aliento,
memoria
y anhelo,
viento
y sendero.
Somos
piel…
Razón
y verbo,
ímpetu
y derrota,
historia
y vuelo.
Somos
piel…
Y
no palabra desnuda,
y
no calor sin caricia,
y
no coraje sin lucha.
Somos
piel…
Y
no presencia distante,
y
no sentido sin tiempo,
y
no pisada sin huella.
Somos
piel…
Y
no ofrenda sin cuerpo,
y no
destino sin puerto,
y no
deseo sin savia.
Somos
piel…
Y
la piel sin piel se marchita…
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