Cuaresma...
Tiempo
privilegiado para Dios,
que
se abre paso a través de nuestras debilidades
para
mostrar su verdadera fortaleza.
Brindemos
pues por cada herida,
por
cada surco abierto en nuestra tierra reseca,
por
cada lágrima que no llegó a puerto seguro,
por
cada silencio que creyó que era sólo silencio,
por
cada soledad que no alcanzó la orilla del otro,
ni
la propia;
por
cada vez que confundimos amor con amarnos,
aunque
no son excluyentes.
Brindemos
por cada guerra mantenida,
por
cada fracaso,
por
cada sueño roto,
por
cada promesa que no se cumplió,
por
cada traición lacerante,
por
los horizontes que nunca conquistaremos,
por
cada: ¿por qué yo? ¿por qué a mí?
por
cada abrazo que se perdió en el camino de regreso,
por
el amor cuando se supo en la cruz,
por
cada grieta en nuestro barro.
Brindemos
porque somos barro,
porque
estamos hechos del mismo barro,
porque
somos, sin saberlo, tesoros en vasijas de barro.
Cuaresma…
Tiempo
privilegiado para Dios
que
nos muestra, desde su Palabra,
el
mapa del corazón humano,
que
es el mapa del corazón de Dios.
Ambos
son el mismo mapa
que
narra todas nuestras guerras y fracasos,
nuestros
sueños y esperanzas,
nuestras
traiciones y promesas rotas,
el
amor fiel que no se rinde ante el desamor,
las
persecuciones ajenas y propias,
los
desiertos y las pruebas de fe;
la
amistad forjada a golpes de luz y sombra;
cada
noche agazapada en los cruces de caminos,
que
lejos de arrancarnos la luz que nos habita,
nos
llevó irremediablemente a morir a la vida…
porque
somos esencialmente vida.
Brindemos
por esa Palabra milenaria
donde
nuestra historia personal y comunitaria
se
sabe Historia de Salvación con todo lo que en ella hay,
con
todo lo que en ella ha acontecido y se desarrolla hoy.
Somos
historia de salvación por ser barro y grieta
que
ya no puede contener el agua viva
que
habita en nuestro interior.
Lo
que nos ennoblece es aquello
que
aparentemente nos empobrece.
Ahora
bien…
…no
te quedes en esta transfiguración de versos.
Sal
fuera y recorre las calles sucias
del
Reino que siempre ha estado ahí.
Asómate
a la noche de los cajeros
que
esconden desiertos bajo los cartones
y
no temas cruzarlos como Moisés.
Mira
a los ojos de quien extiende la mano por una moneda
para
no pasar de largo sin reconocer a tu prójimo;
siente
los latidos de tu ciudad, o pueblo,
con
vocación de oasis en cada semáforo en rojo.
¡Sal…
…para
ser sal que sala!
Luego
regresa a tu casa y, con discreción,
ayuna
de todo aquello que te diga que no eres digno de amor,
y de
salvación.
Ayuna
de todo aquello que te diga que los otros,
especialmente
“los más otros”
no
son dignos de tu amor…
…de tu redención.
Y
recuerda...
Somos historia de
salvación por ser barro y grieta
que ya no puede
contener el agua viva
que habita en nuestro
interior.
¿Estamos
de acuerdo en que este tiempo de Cuaresma
bien
merece un brindis?
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