Llora si lo deseas que yo
regaré con tus lágrimas, si me lo permites, los desiertos de las lágrimas que yo aún no
he derramado, así sabré de los oasis en tiempo de sequía.
Llora como lluvia fresca sobre tu tierra
preñada de sueños vírgenes y olvidados, para que éstos no sucumban a la
resignación que protege a los cobardes.
Llora, que es sagrado hacerlo, pues no hay
dolor ajeno a ningún dios, las palabras reveladas son testigos de esta
sabiduría milenaria.
Llora para que tus lágrimas te arranquen el
manto de falsas creencias, como que llorar ante otro ser humano es impropio,
como si hubiera algo más propio a nuestra existencia que el reconocimiento de
nuestra vida interior.
Llora para que ese acto redentor te haga más
fuerte que cualquier defensa y te encamine hacia tu propia libertad.
Llora sin hacerlo a medias, entrégate sin
reservas al baile sanador de las lágrimas, sin pudor alguno, que la desnudez
del cuerpo y del alma nos ennoblece y redime.
Llora, llora.... llora de alegría, de
emoción, de tristeza, de amor y amistad, de perdida y despedida, de rabia
contenida, de ternura y calidez, de sueño cumplido, de derrota, de lucha, de
conquista sublime, de vida desbordada, de muerte y pasión, de esperanza y
gratitud, de perdón y olvido, de fe encarnada, de duda y sombras, de fracaso y lucha, de desolación y plenitud, de añoranza y presente, llora al alba
y a la alborada, al batir tus alas de barro, al tocar las lágrimas propias y
ajenas...
Llora, llora... llora de misterio y
sombras, de abrazos con la mirada, de beso correspondido, de piel curtida entre
caricias, de grito que acalla, de silencio que grita, de palabras que susurran
temores y aciertos, de libertad conquistada, de noche del alma, de
incomprensión y tristeza no acogida, de alegría amplia y profunda, de entrega incondicional, de condiciones que regalan alas,
de alivio y cansancio, de sueños y espinas, de ataduras y horizontes en el
pecho, de puertos que ya no te esperan, de fidelidad que rompe cadenas, de silencios cómplices, de denuncia ante la injusticia, de comprensión y perdón, de sinsentido y coherencia...
Por todo y por nada...
Por todo y por nada...
¿Habrá algo más humano y divino que un
puñado de lágrimas, que hasta el hijo de Dios encarnado no pudo
evitarlas?
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