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¿Por qué escribo?

No sé si alguna vez me he hecho la pregunta de por qué escribo. Sé que al escribir respondo a un deseo que me surgió hace mucho tiempo. Sé que lo hago por pura necesidad. Pero creo que nunca me pregunté de dónde procede esa sed que me desborda en palabras. La fuente la intuyo, el origen de la sed no.

Puede que hoy necesite hacerme esa pregunta porque he encontrado la respuesta. Me ha venido de la mano de Rafa Sánchez, cantautor y poeta entre otras cosas. Me salió al paso sin quererlo, sin pretenderlo, sin buscarlo. Como la mayoría de las cosas importantes que me han sucedido. Una vez más ha sido otro quien me ha llevado de la mano hacia mi propio fondo para deshacer el camino.

Un libro de poemas: SED. Y una introducción del autor que me ha desnudado, como hace el viento de otoño con los árboles dóciles. Un libro pequeño que promete largos paseos por mi alma inquieta. Pequeños poemas que me acercarán al misterio propio –lo sé-. Al misterio de los demás. Al misterio de Dios, que sale al encuentro de toda búsqueda sincera.

El libro parece lleno de respuestas. Pero no lo son. Es fácil intuirlo. Son más bien pequeños senderos que llevan hacia el borde del camino que hayas decidido hacer con esos versos. Y desde allí saltar, o no, hacia la pregunta que espera ser nombrada. Saltar al precipicio de la sed. Y descubrir durante el descenso que la existencia es simple. Que en la pregunta adecuada está la respuesta. Que somos fuentes. Y que lo que llamamos sed, en verdad, es el eco del canturreo de nuestros afluentes interiores.

Introducción

“Escribo porque escucho. Cada poema nace de un lugar. A veces, de un campo de batalla en el que peleas por la verdad más pura, la que sabes que no existe o no alcanzas a acoger. En otras ocasiones, el poema acontece por la rendición absoluta de tus ojos. Callas, te borras, desapareces sin gastar un gramos de voluntad en ello, solo entregas lo que eres, y en ti se inaugura una concavidad que espera y se demora; se condensa en humedad y se hace fuente. Recibes las palabras y la imagen que contiene, o al revés, una imagen respira las palabras que la fundan.

Escribo porque escucho. Nunca me siento tan desnudo como cuando intento acercarme a la orilla del misterio en un asomarme sin ganancia, sabiendo que no abarco la indescifrable causa que hila todo, ni la entiendo. Nadie puede, pero ahí y solo ahí la realidad se hace susurro y una voz, muy dentro de mí, me convoca en una escucha que da luz como un relámpago imposible pero cierto a la palabra.

Escribo pero escucho. Cuanto más consciente soy de mis contradicciones, más amo la verdad. Sé de la honestidad de ese amor porque me lleva a la intemperie y al silencio, a una inseguridad que me obliga a atender a lo naciente, a lo que viene aconteciendo en cada instante sin nada que amarrar pues todo fluye. El vértigo, la vulnerabilidad y la duda fecundan un sí que va a mi boca y a mis dedos.

Creo que escribir poesía es esperar. Pero hay muchos modos de esperar. Intuyo que solo si la espera va de la mano del vacío y la espaciosidad, se hace el milagro. El honesto y entregado vacío de no buscar nada porque todo es. Seguir el hilo de la desnudez más pura, habitar lo íntimo que late en todo y dejar de decir a las cosas lo que son para poder escuchar lo que las cosas tienen que decirnos y resonar con ellas. Apostarlo todo a experimentar, aunque solo sea un segundo, el asombre de estar.

Me gusta sentir que estos poemas son abiertos e inconclusos y que son invitación a la co-creación, porque creo que es así como vivimos, co-creando con la realidad, el misterio, la belleza y lo que acontece en la cotidianidad de nuestras vidas.

Tengo sed de esto que he escrito y de que se haga vida en mí. Por eso mi sed de dejar de tener sed." 

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